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lunes, 16 de septiembre de 2013

EL PICAFLOR Y EL TATATAO



Hace mucho tiempo, el picaflor y el tatatao eran gente y no pájaros como ahora. Los dos eran hombres aguarunas. Uno Jempué y el otro Yákako.

Un día, Jempué y Yákako se fueron atrabajar al monte. Iban a preparar chacras nuevas. Por eso, primero tenían que cortar los árboles. Muchos días se fueron juntos a trabajar. Antes que saliera el sol, salían de sus casas y regresaban casi al nochecer. Yákako regresaba siempre más cansado que Jempué. Pero Yákako no trabajaba. Hacía ruido nomás. Cuando estaba en el monte gritaba, reía, tiraba piedras enormes contra el suelo, golpeaba los árboles con un palo, jugando todo el tiempo.

Pero desde lejos se oía el ruido. La gente del pueblo pensaba entonces que Yákako trabajaba mucho. En cambio, Jempué no hacía ruido. No gritaba ni reía todo el tiempo. Calladito iba cortando un árbol tras otro, y después sembraba plátanos, yucas, papayas.

Cuando regresaba a su casa, Yákako se metía en tu hamaca. Decía que estaba muy cansado y muy pronto se quedaba dormido. Jempué llegaba cansado, pero trabajaba un poco todavía en su casa. Arreglaba sus flechas, afilaba su machete, ayudaba a su esposa y jugaba un rato con sus hijos. Entonces la gente pensó que no trabajaba mucho y que por eso le sobraban fuerzas.

A Yákako todos lo estimaban mucho y lo trataban bien. En cambio a Jempué nadie lo estimaba por creerlo flojo.
Pero un día a la gente se le ocurrió ir a ver las chacras y ahi fue la sorpresa. La chacra de Jempué era grande, llena de plantas útiles. Su chacra estaba limpia, bien cuidada. En cambio, Yákako casi no tenía chacra. Había sembrado unas cuantas plantas de yuca y un solo plátano cerca de la orilla, en medio de la maleza. El resto de su terreno estaba lleno de árboles salvajes. Entonces la gente hizo una bonita fiesta para Jempué, su familia se sentía muy orgullosa de él. Su esposa le dio de beber un masato endulzado con la miel de abejas silvestres que él habia llevado, y al poco rato Jempué se puso a silbar muy bonito, muy suavecito, y se transformó en picaflor.

La mujer de Yákako estaba avergonzada de su marido. También estaba enojada porque era mentiroso. Estaba muy pensativa en un rincón y por esocuando Yákako le pedió masato ella sin darse cuenta se lo sirvió en el vaso que tenía ají. Yákako ya casi se asfixiaba con la tos que le dio.
Cuando quiso hablar solo pudo decir ¡Tatatao, tatatao! Y se convertió en el pájaro que lleva ese nombre, porque así canta.


Firmado por: Graciela Quispe Ch.